viernes, 19 de julio de 2013

Una noche cualquiera.

12:00 a.m. Me voy a dormir, después de la rutinaria visita al baño a hacer pis y lavarme los dientes. Paso por la cocina y bebo agua, me echo crema en las manos y en la tripa sentada al borde de la cama. Me tumbo del lado derecho, con mi fiel compañera la almohada a la espalda y, con bastante facilidad, me quedo dormida. 
2:00 a.m. Me despierto. Me duele la cadera derecha: es como si me ardiese la parte en la que llevo apoyada las dos últimas horas. Siento la boca y la garganta como si me hubiese comido una caja de polvorones caducados. Y me hago pis, por supuesto. Me apoyo en el brazo derecho y, con mucho cuidado, me reclino para sentarme. En cuanto hago un amago de ponerme en pie, la tripa se pone dura como una piedra y tú te retuerces, como queriendo recordarme que estás ahí dentro. A ciegas, recorro el pasillo camino al baño, hago pis y luego voy a la cocina a beber como medio litro de agua de golpe. Vuelvo a recorrer mis pasos y acabo de nuevo en la cama, jurando en arameo para tumbarme... esta vez del lado izquierdo, con la almohada entre las piernas, a ver si así la cadera derecha descansa un poco. 
4:00 a.m. Me despierto, otra vez. El ardor de estómago hace que el dolor de la cadera quede en una mera anécdota. Intento dar una vuelta en la cama, sujetando la tripa con las dos manos... pero veo que es una mala idea y me quedo boca arriba, contigo espachurrándome los órganos y las costillas. Me levanto, voy al baño a hacer pis, a la cocina a beber agua... y acabo sentada al lado del microondas, con la puerta abierta para ver algo, bebiendo medio vaso de leche fría. Paso de nuevo por el baño y me mojo la nuca, la cara y parte del pelo: menos mal que amama me lo ha cortado, pero me muero de calor. Vuelvo a la cama y, para colmo, un mosquito de lo más simpático decide hacerme compañía. Intento apartarlo a manotazo limpio y, aunque creo que lo consigo, por la mañana descubro que él ganó la batalla: 5 picaduras en el brazo, 4 en las piernas y una en la espalda.
6:00 a.m. Vuelvo a despertarme. Ahora me duelen las piernas en general y los gemelos en especial. Estoy en una postura rarísima, con parte de la pierna derecha apoyada en la almohada, al igual que la tripa. El ardor de estómago ha desaparecido, pero tengo una sed brutal y ganas de hacer pis, cómo no. Oigo las campanadas del reloj de pared de la vecina y las cuento, deseando que sea una hora razonable para levantarse... pero no tengo tanta suerte. Me levanto, voy por el pasillo sujetándome la tripa y te digo que te tranquilices, que es hora de dormir. Después de la rutina pertinente de cada paseo de madrugada vuelvo a la cama, no sin antes haberme planteado muy seriamente quedarme en el sofá viendo la tele. Pero es demasiado pronto. ¿Qué hago levantada a las 6 de la mañana?
8 a.m. Veo luz. Aita no está tumbado a mi lado. Me duele todo y tengo sueño... pero no quiero seguir tumbada. Voy a beber agua, me tomo las pastillas, hago pis y veo el sol entrar por la ventana. Aita me dice que me vaya a la cama, que es pronto... creo que le pongo cara de furia. Decido quedarme levantada, que dentro de un par de horas tengo que ir al hospital a que me confirmen que sigues boca abajo. 
*9 a.m.* No es el caso, porque está "de vacaciones", pero esta sería la hora aproximada a la que tu hermana me reclamaría. 

¿Te he dicho que puedes nacer ya si quieres?

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