viernes, 2 de agosto de 2013

Mañana es el día.

Desde que supe que estaba embarazada de ti, estuve convencida de que llegarías al mundo en agosto y por inducción. Llámalo lógica. Llámalo pálpito. Pero lo sabía.
Cierto es que te has encargado de romperme los esquemas más de una vez en estas 41 semanas largas y que en alguna ocasión pensé que quizá nacerías "a tu manera"... pero lo cierto es que estamos a 2 de agosto y mañana a estas horas estaré en el hospital, dispuesta a que me provoquen el parto.
Ayer fue la última visita al tocólogo y tras una exploración absolutamente dolorosa (alguna lagrimilla incluida, lo reconozco) en la que confirmó que la placenta y el líquido amniótico estaban bien, me dijo lo que yo deseaba oir desde hace unos cuantos días: "este niño ya no puede seguir ahí dentro". Tras descartar el ingreso esa misma tarde o incluso hoy por falta de espacio en el pabellón, nos citó para mañana a las 8:30 de la mañana. 
Y allí estaremos aita y yo. Puntuales.
Supongo que ahora toca situarse y reflexionar.
Es mi último día de embarazo. El último de toda mi vida. Mañana (o pasado), por fin podré cogerte entre mis brazos y comerte a besos. Averiguar si te pareces a aita... o a mí... o a Ixone... o a ninguno de nosotros. Saber definitivamente la gravedad de tu "malformación" y lo que implicará a corto plazo (sólo espero que no tengas que separarte de mí al nacer). Podré gritarle al mundo que mi hijo ya ha nacido. 
Creo que estoy más mentalizada que con el parto de Ixone: a fin de cuentas, esta vez sé a lo que voy y sé que "no te van a sacar". Que van a medicarme para que mi cuerpo entienda que tiene que empezar a trabajar para que nazcas, pero que el trabajo duro lo tenemos que hacer entre los 3: mi cuerpo, tú y yo.
Sé que va a ser duro, largo (espero que esta vez no tanto) y doloroso... pero también sé que puedo hacerlo; que mi cuerpo es capaz de abrirse para verte llegar al mundo y que, por muchísimo que duela, todo merecerá la pena.
Una pequeña parte de mí no quiere que nazcas porque dentro de mi tripa estás a salvo: no importa el tamaño o forma de tu colita y no tengo que pensar más allá... pero tengo tantas ganas de verte, de sentirte, de olerte, de acariciarte... de ser tu amatxu.
Mañana sé fuerte. Aguanta los meneos y las contracciones. No te enfades porque te vayamos a sacar "a la fuerza", ¿vale? Yo prometo intentar ser valiente y ponértelo lo más fácil que pueda. 
Te quiero Aday... te quiero tanto que no hay palabras en el mundo para desquibrirlo... hasta mañana mi amor.